
-¿Qué estás comiendo?, - le preguntó.
-Estoy comiendo zacate. ¿Quieres un poco?
-Gracias, pero yo no como zacate.
-¿Qué vas a hacer entonces?
-Morirme tal vez de hambre y de sed.
El conejito se acercó a Quetzalcóatl y
le dijo:
-Mira, yo no soy más que un conejito,
pero si tienes hambre, cómeme, estoy aquí.
Entonces el Dios acarició al conejito y
le dijo:
-Tú no serás más que un conejito, pero
todo el mundo, para siempre, se ha de acordar de ti.

-Ahí tienes tu retrato en luz, para todos
los hombres y para todos los tiempos.
Gracias. Se los voy a leer a mis hijas. Saludos
ResponderEliminarGracias. Se los voy a leer a mis hijas. Saludos
ResponderEliminar